Un poquito de Historia: El entorno greco – romano en el que apareció el cristianismo:
Cuando los territorios eran adheridos al Imperio
Romano, solían conservar sus prácticas religiosas porque eran respetadas. Los
conceptos que caracterizaban esas religiones contaban con ideas acerca del
universo, del pecado, de los castigos y recompensas. Algunos de estos
pensamientos, naturalmente, tienen que ver con la religión universal, de la más
remota antigüedad. Casi todos aceptaban la existencia de uno o más poderes que
son eternos y dominan el destino humano; estos debían ser adorados o aplacados
mediante la oración o sacrificios. La tierra era el centro del Universo y los
astros, incluido el sol, y los planetas estaban alrededor de la Tierra. Arriba
estaba el cielo y la morada de los espíritus y abajo los impíos. Cada
acontecimiento natural era gobernado por las potencias invisibles
arbitrariamente; también podían afectar las acciones de los seres humanos. Por
tanto, las manifestaciones religiosas tenían lugar para mejorar las relaciones
con esas potencias invisibles de modo que les favorecieran.
En cuanto a la población más ilustrada, encontramos
que se dejaba influenciar por los filósofos griegos. Al comienzo el pensamiento
griego giraba en torno a lo físico, pero en su observación llegaron a
considerar la Razón como parte de lo puramente físico: Según Heráclito de
Éfeso, las almas de los seres humanos estarían en ese nivel de Razón (= fuego).
El universo está en constante flujo gracias a ese elemento que lo llena todo,
el fuego o Razón. (490 a. C.). Es
Anaxágoras de Atenas, (alrededor del 500 a. C.) quien sugiere la existencia de
una mente independiente de la materia que la que la ordena. Los pitagóricos
sostienen que los espíritus son inmateriales y sólo los espíritus caídos están
aprisionados en cuerpos materiales (llegaron a esta conclusión a través de la
observación de los números, que son verdades permanentes que existen
independientemente de la materia).
Sócrates (470 – 399 a. C.) piensa que es más importante
el estudio del hombre que el del universo, en especial la conducta del hombre,
la moral. La acción recta se basa en el conocimiento y da lugar a 4 virtudes:
Prudencia, valor, dominio propio y justicia. Identifica la virtud con el
conocimiento.
Platón (427 – 347 a. C.), discípulo de Sócrates, se
da cuenta de que es imposible llegar al verdadero conocimiento por medio de las
formas pasajeras del mundo visible. Sólo es posible alcanzar ese conocimiento
mediante las ideas, mediante la Razón, ideas universales formadas por patrones
universales invariables, y no por los sentidos. Dice que el alma conoció esas
ideas en una existencia anterior. El alma existe antes de estar en el cuerpo y
no le afecta su estancia en la materia porque es independiente del cuerpo. La
inmortalidad del alma influyó mucho en el pensamiento griego y contrasta con la
doctrina hebrea de la resurrección. Para Platón no todas las ideas son tan
importantes, las superiores son la verdad, la belleza y el bien. El reino de
las ideas es el verdadero hogar del alma. La salvación es la recuperación de la
visión del bien y la belleza eternos.
Aristóteles (381 -322 a. C.) no puede distinguir
entre ideas y fenómenos porque para él lo real es lo visible. Las ideas no
pueden existir antes, porque existen en la materia y son las que le dan
forma. Aristóteles es un científico.
Para él existe un principio, un primer motor que es Dios y procede con un
propósito inteligente, del cual parten todas las cosas, que son eternas. Pero
no sólo Dios es el principio, también es el fin del desarrollo del mundo. El
hombre pertenece al mundo de las substancias, pero además de cuerpo y alma,
posee el Logos que comparte con Dios y es eterno. El fin para el ser humano es
encontrar la felicidad, el bienestar, a través del deseo.
Estos antiguos filósofos griegos habían considerado
al ser humano a la luz de su valor para el Estado. Pero en cuanto aparece
Alejandro Magno (que murió en el 323 a. C.) cambia la manera de contemplar el
concepto del hombre. A partir de este momento había que reinterpretar la
filosofía fijando el objetivo en la individualidad del ser humano. Es decir,
cómo puede el ser humano realizarse a sí mismo de forma plena. Ante esta
preocupación surgen dos pensamientos: Epicureísmo y el estoicismo.
Epicuro (342 – 270 a. C.) enseñaba que la meta del
hombre era la felicidad mental, consistiendo en la ausencia de perturbación y
de molestia, siendo este estado perfecto cuando es pasivo. Los temores
infundados hay que eliminarlos. Sostiene que los dioses existen pero que no
gobiernan y que todo se rige por puro azar. Para él todo es material y se acaba
con la muerte. Esta idea conduce a la religión de la indiferencia y desencadenó
una conducta puramente sensual y destructiva.
Es estoicismo se desarrolló en Atenas alrededor del
280 - 264 a.C. pero tuvo más influencia en Roma con Séneca (3 a. C. – 65 d.
C.), Epicteto (60 d. C.) y Marco Aurelio (121- 180 d. C.), también se notaba en Tarso, la ciudad del
apóstol Pablo. Se trataba de una ética basada en el materialismo: Todo es
físico, pero hay diferencias entre esos entes físicos, siendo más elevado el
nivel del espíritu que la materia en sí. La fuente de todo es el calor vital,
del cual se ha desarrollado todo por diferentes grados de tensión. El alma
inteligente y consciente de todo, el Logos,
es Dios, la vida y sabiduría de todo. Está en nosotros y por eso podemos
seguir a un Dios interior que está en nosotros, que somos linaje suyo. La
Sabiduría está en todo, así que hay una ley natural que es una regla de
conducta para todos. Todos son moralmente libres. Seguir esa Razón es el deber
supremo: Esa es la única meta de nuestra actividad. La felicidad no es un fin
justo, aunque el deber cumplido produce felicidad. Los enemigos de la
obediencia son las pasiones y la concupiscencia porque pervierten el juicio.
Dios (la Ley natural) inspira las buenas acciones.
En general, el pensamiento en el entorno del Imperio
Romano en la época de Cristo, se inclinaba al panteísmo monoteísta, al concepto
de un Dios bueno, en contraste con las antiguas divinidades griegas y romanas,
a la creencia en el gobierno de una divina providencia, a la idea de una
verdadera religión, no llena de ceremonias, sino en la imitación de las
cualidades morales de Dios.
El cristianismo introduce la revelación y la
personalidad de un Dios que se presenta en medio de la humanidad.
En medio de la gente no instruida sin embargo,
hallamos superstición, cada pueblo tenía su dios y su patrón o señor, para cada
uno de los acontecimientos de la vida. Los hechiceros y los magos podían hacer
negocio entre ellos. Persistían en celebrar cultos religiosos para evitar
venganzas de parte de los dioses. Y las personas cultas no combatían estas
prácticas porque pensaban que era una forma de controlar a la población.
Algunos emperadores utilizaban estos cultos y los transformaban intentando
darles un estilo patriótico, el culto iba dirigido al gobernante como
personificación del Estado.
Pero la gran mayoría de los que sentían anhelos
religiosos puros adoptaban las religiones orientales, sobre todo aquellas que
ofrecían la redención, llenas de misticismo y sacramentos. Durante los tres
primeros siglos de nuestra era se profundiza en el sentimiento religioso en
todo el imperio. Estas religiones son: el judaísmo, el culto a Cibeles y Attis
(de Asia Menor), Isis y Serapis (de Egipto) y Mitra (de Persia); también una
mezcla sincrética de estas religiones con las que se encontraban ya en cada una
de las regiones del imperio. Todas ellas enseñaban a un dios redentor y que los
iniciados compartían experiencias con el dios en cuestión, morían con él,
resucitaban con él y compartían su naturaleza divina por medio de una comida
simbólica, y participaban de su inmortalidad. Había ritos de iniciación y se
ofrecía la purificación del pecado.
Está claro que el tiempo había llegado y todo estaba
preparado para recibir la revelación de Cristo.
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